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El café volador

Desperté a las 6.00 a.m. como casi todos los días le pedí al despertador otros minutitos más. Al abrir los ojos me di cuenta que no solo fueron unos minutitos, sino que ya había pasado una hora y creí que era tarde para ir a mi segundo día de capacitación en las oficinas del trabajo, me bañe y me alisté lo más rápido.


Desde que entré a trabajar tomo café a toda hora; hoy por la mañana me preparé un Starbucks VIA Colombia con dos de azúcar y un poco de leche. Salí de la casa con mi mochila y ese dulce café, iba caminando muy de prisa, me acerqué a la parada del camión, levanto la mano para que este se pare; como todo un dejé que una señora de la tercera edad subiera al camión y posteriormente un señor que traía prisa.



Subí, pasé mi tarjeta feria y me metí al estrecho pasillo del camión, me sujeté muy bien ya que el señor que traía prisa estaba atrás de mi, el camión se zarandeó y la tapa de mi café no estaba bien asegurada por lo que se me ladeo y cayó en las piernas de una chica, baje la mirada con la chica quien se encontraba furiosa, enseguida le pedí disculpas, no sabía ni que hacer, no me había pasado, fue vergonzoso y quería salir corriendo.


Estaba apunto de limpiarle el pantalón y recoger la tapa.

Enfurecida me contestó:

—Házteme a la chingada idiota.


Luego de lo ocurrido me retiré de ahí, no quería que esta chica me fuera a golpear o algo así. Al caminar por el pasillo la gente me miraba un poquito raro (me sentí un poco incómodo) tal vez creían que también les echaría café encima, me controlé pero mi mano temblaba mucho. El asiento de enfrente se desocupó, miré a una chava que llevaba tiempo parada y ella me miró yo señalé el asiento y ella se sentó, me dijo gracias, enseguida me preguntó si quería que me ayudara con mi mochila, yo asentí, le agradecí y le di mi mochila.


Me puse a reflexionar todo lo que me había pasado en tan solo unos cuantos minutos (creo que en mi cara se notaba confusión) la chica iba maquillándose. Bajé mi rostro y la mire; ella me sonrió y yo le devolví la sonrisa.


Al llegar a la oficina pedí disculpas por haber llegado tarde, era las nueve de la mañana con siete minutos, Evelin (la chica de RRHH) me preguntó por la hora en la que me había sitado, le contesté que era a las nueve.

En ese momento recordé que la capacitación iniciaba a las diez de la mañana, estaba avergonzado, tomé asiento y respondí:

—Bueno, al menos llegué temprano. Qué más podía decir.


Sí me hubiera dado cuenta para antes que me subiera del camión, no habría pasado eso. Así es el destino, que le vamos hacer.

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